Las pelirrojas
Izquierda o derecha, arriba o abajo, playa o montaña, liberales o conservadores, blanco o negro, rubias o morenas, Messi o Cristiano, Coyote o Correcaminos, Penélope o Mónica, Oasis o Blur, Lennon o McCartney, carne o pescado, ribera o rioja, justos o pecadores, buenos o malos, casado o soltero, ¿estudias o trabajas? Soprano o The Wire, De Niro o Pacino, silicona o natural, azúcar o sacarina, Ordóñez o Dominguín, monarquía o república, campo o downtown, drama o comedia, valium o prozac, paranoia o esquizofrenia, estupidez o borreguismo… ¡Aaah! Un segundo, por favor, dejen que me siente y tome aire. Un respiro.
¿Nos hemos vuelto locos? ¿Quién sujeta la pistola? ¡Arriba las manos! ¿Realmente es necesario este espectáculo? De un tiempo a esta parte, tengo la impresión de que nos estamos “estupidizando”. Parece como si esta impetuosa vorágine en la que nos vemos sumidos, nos estuviese llevando hacia lugares donde realmente no queremos estar, a tomar decisiones que no queremos tomar y a necesitar cosas, hasta ahora, accesorias.
Es probable que, en nuestros días y, una vez más, debido al exceso desmesurado de información o, quizás, por culpa del creciente desenfoque que de la realidad se está dando en todos los medios, nos sintamos artificialmente incitados a pronunciarnos sobre cuestiones que no necesitan una respuesta. Todos parecemos tener la obligación de contar con un archivador de jurásicas proporciones, donde albergar nuestras opiniones precocinadas, sobre cualquier dilema hacia el que se nos empuje. Todos debemos decantarnos, elegir y, posteriormente, defender una opción y desechar la supuestamente contraria. No hay lugar para las dos en este cerebro, forastera. Si os detenéis a pensarlo os angustiaréis. De no ser así, quizás ya sea demasiado tarde.
Esta desagradable situación se ve acrecentada por la desmesurada idolatría que, de todo aquello que aparece en televisión, radio, periódicos o cualquier medio de comunicación, realizamos en las sociedades modernas. Nos vemos influidos, de un modo, ya casi imperceptible, por una serie de corrientes de opinión y falsos anhelos, que irremediablemente forman parte de nuestro día a día, desde la mañana a la noche y esto constituye un enorme peligro, puesto que nunca debemos olvidar que, aunque sintamos que nuestro aparato de televisión es un miembro más de nuestra familia, en el cual, podemos confiar, hay que tener presente (si no queremos participar en el baile de mentiras) que sus contenidos, como los de otros medios, son propuestos por empresas que, sin distinguir entre públicas o privadas, buscan (como es lícito) su propio beneficio, mayor audiencia, mayores ventas y mayor crecimiento. Esto es evidente a los ojos de cualquier espectador medio con el mínimo de crítica y es esencial para nuestra salud mental tener claras estas premisas. No podemos permitir que la televisión nos guíe por un camino que no queremos transitar. Para ellos, la cosa funciona así: 1- primero nos proponen la disyuntiva y el debate (Elemento A o Elemento B). 2- Después nos obligan a decidirnos entre uno u otro. 3- Nos hacen identificarnos con nuestra elección para que la consumamos compulsivamente, porque de hecho, ya es algo nuestro.
No perdamos la perspectiva, ninguno de los puntos anteriores tiene sentido. O mejor dicho, tienen el sentido que nosotros queramos darle. Como decía, es lícito que los medios nos presenten llamativas confrontaciones entre dos atractivas posibilidades, pero en nosotros reside la fuerza de: 1- En primer lugar y siempre a tener en cuenta, cambiar de canal si algo no nos complace. 2- Ante un dilema artificial podemos optar, o bien por una de las posibilidades ofrecidas, o bien por una tercera, o bien POR AMBAS. 3- Es importantísimo tener clara esta última apreciación: elegir una opción no significa, necesariamente, desechar, vilipendiar o desacreditar la no electa.
Con este intencionado circunloquio, solo quería expresar algo que, en realidad, es muy sencillo. Relajémonos. Respiremos. Intentemos ser prácticos y si esto es un valle de lágrimas hagamos surf como el Coronel Kilgore. Si os quitáis las manos de los ojos, en un alto porcentaje de casos, descubriréis que no erais ciegos. ¿Por qué motivo va a venir alguien a molestarte? Toda la vida tirada por la cloaca intentando decidirte entre los Beatles y los Rolling, mientras ellos se iban de farra juntos. Ellos si lo comprendieron. Solo unos pocos llegan a hacerlo. Si está a tu alcance ¿Por qué dar de lado a tu instinto? ¿Por qué engañarse a uno mismo? ¿Por qué no disfrutar, respetar y amar todas y cada una de las cosas que nos gustan?
Me ha encantado. No sale de mí añadir nada más… *^* es genial.
Me gustaMe gusta
Muchisimas gracias, Molly, tú también tienes un blog muy interesante… NO DECAIGAS.
Me gustaMe gusta